20 de febrero de 2017

Capítulo 40

En unos minutos aterrizaremos en Sevilla y los conocerás. Nos están esperando en el hangar –añadió Lucas. 

Palmira no entendía cómo había salido de su boca aquella frase “La mejor venganza es sonreírle al odio”. La cabeza le daba vueltas. El Lucas con el que había pasado la noche no era Andrea. Ya no sabía quién era ese hombre que la miraba con esos ojos vivos y brillantes, que tanto le habían fascinado desde que la recogió aquel día en el aeropuerto. La carta…. desde luego parecía su letra, pero no podía ser…

El avión se dirigió por la pista hacia un edificio que estaba situado al final del aeropuerto. Cuando se abrió la puerta y bajaron por las escalerillas, les estaba esperando un hombre que nunca había visto antes, que le produjo un escalofrío. Era muy siniestro y la miraba como si tratara de leer sus pensamientos ¿sería el AMO? 

Estaba tan confundida que no podía pensar, la cabeza estaba a punto de estallarle.

De repente, apareció un coche a gran velocidad que frenó en seco. Se abrió la puerta trasera y alguien desde el interior agarró a Palmira y la metió en el coche. Fue cuestión de segundos, y Palmira se encontró en la parte trasera del coche que salía a toda velocidad del aeropuerto, llevándose a su paso la verja de acceso al recinto.

En el asiento trasero estaban sus padres. Ella no pudo soportarlo más y se puso a llorar con un ataque de pánico. Su madre la abrazó fuertemente y, por primera vez en meses, Palmira sintió que se encontraba a salvo y protegida. Su madre le susurraba palabras que la tranquilizaron de inmediato y que le trajeron a la memoria recuerdos olvidados de ella, muy pequeña, jugando en el jardín.

De repente, se separó de su madre. En su cabeza se agolpaban imágenes de sus primeros años de infancia. Había algo dentro de ella que luchaba por salir a la superficie, algo que había estado enterrado en lo más profundo de su memoria y, de repente, la vio subida al balancín que había en el jardín de la casa donde vivieron los primeros años.

¿Dónde está Nana? – pregunto Palmira a su madre.

- Hija mía, sabíamos que más tarde o más temprano acabarías por recordar lo que pasó en el jardín aquel día cuando jugabas con tu hermana Nara. Todavía no eras capaz de pro-nunciar la “r” y la llamabas Nana ¿te acuerdas? Éramos tan felices entonces….

- Mamá, no recuerdo qué pasó aquel día, sólo recuerdo que Nana y yo estábamos en el balancín y que hacía calor…

- Será mejor empezar por el principio – dijo su padre – para que entiendas qué está ocu-rriendo. Nunca pensamos que todo se iba a precipitar de esta manera. Llevamos meses queriendo contarte la verdad, pero no hemos encontrado nunca el momento oportuno, siempre hemos estado vigilados y nos han mantenido alejados de ti. Ha sido una ver-dadera suerte que interceptásemos el mensaje del piloto, que solicitaba el aterrizaje del avión de la compañía a estas horas de la noche, en un aeropuerto que nunca antes ha-bíamos utilizado. Esto nos puso sobre aviso de que algo iba mal, muy mal…

Su madre le interrumpió y con los ojos perdidos en un lugar lejano y pasado empezó a hablar “siendo muy jóvenes y unos idealistas, muchos años antes de teneros a Nara y a ti, en una cena con nuestros mejores amigos y tu tío Issac, se nos ocurrió fundar una sociedad secreta. Siempre estábamos hablando de cambiar el mundo, de parar las guerras, el tráfico de armas, la explotación infantil…. Éramos unos soñadores, ¿verdad cariño?

Sin esperar a que su marido contestara, ella siguió hablando “ya entonces el negocio de la joyería iba muy bien y nos permitía relacionarnos con las personas más influyentes de la vida política, cultural y económica de Europa”.

El objetivo de “K-THAR-SYS”, ese fue el nombre que le pusimos a nuestra sociedad secreta, era CAMBIAR EL MUNDO.

By Lastrum
Lastrum

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