1 de febrero de 2017

Capítulo 21

Año 2010, Praga.

Andrea alzó la vista y la contempló. Llevaba una blusa blanca que dejaba ver un generoso escote y una falda corta negra que se ceñía perfectamente a su cintura, arropando con suavidad sus caderas y dándole una voluptuosa silueta.

Él no dijo nada. Sólo la miró a los ojos. Ella permanecía de pie contemplándolo en silencio. Sus ojos rebosaban ternura y emoción.

Andrea, no pudo resistirse, se acercó y la tomó dulce pero con firmeza por su cintura, besándola como si de ello dependiese su vida.

Un ligero espasmo de placer recorrió el cuerpo de ambos, al tiempo que ella hundía sus manos en el espeso cabello negro de él, quien al instante, sintió como un deseo descontrolado se apoderaba de todo su ser. 

Andrea apretó un poco más su cuerpo al de ella y continuó besándola como si no hubiese un mañana. Presa del frenesí, le arrancó la blusa dejando al descubierto sus turbadores pechos que se henchían y adquirían una firmeza dura, redonda y erguida. Sus manos buscaron y acariciaron, en un primer momento, sus pechos con suavidad, para luego apretarlos con fuerza, sintiendo como estos se endurecían.

Ella lo agarró por su corbata en un intento por deshacer el nudo de la misma, mientras él continuaba besándola de manera alocada, ahora en el cuello. Tras lograr desabotonar la camisa de Andrea, sus manos volaron a su cintura desabrochando sus pantalones.

Andrea deslizó sus manos, hasta abrirse paso por debajo de su ceñida falda acariciando sus cincelados  muslos

Ella contemplaba embelesada el rostro transfigurado de Andrea, mientras sentía como el placer discurría en torbellinos por sus cuerpos, empujado por las suaves, pero briosas arremetidas de Andrea, quien cautivo por un placer hasta ahora desconocido, no pudo evitar cerrar sus ojos al tiempo que dejaba escapar un leve gemido de placer, acompañado de unos espasmos que agitaron lo más profundo de su ser.

Ella gritó casi al unísono moviendo la cabeza de un lado para otro, tensando todos los músculos de sus piernas y su vientre, en el momento que experimentaba un intenso y prolongado orgasmo.

Una media sonrisa se dibujó en ese momento en el rostro de Andrea, quién volvió a besarla con profunda devoción, mientras ambos cuerpos, vencidos por el placer, se fundían en uno sólo….

Las campanas de la iglesia San Nicolás con su repicar bronco rescataron a Andrea de sus pensamientos. Acodado en el puente de Carlos IV contemplaba como el tímido reflejo de la luz matinal resbalaba sobre las aguas suavizando la oscuridad del Moldava.

Andrea no había podido dormir en toda la noche. Había sido una noche dura. Una más, desde la trágica muerte de Elena.

Fue allí mismo, con esas pétreas figuras como mudos testigos, donde Elena correspondió a su declaración de amor. Fue allí, en la Ciudad de las Cien Torres, donde Andrea conoció la felicidad.

Con los primeros rayos del amanecer dibujando alargadas sombras sobre la ciudad, Andrea, no pudo evitar oír en su mente las hermosas estrofas de Smetana evocando su querido Vlatva mientras recordaba aquellos días tan felices junto a su prometida en Praga.

Días que ya no volverían a repetirse nunca más, se decía a sí mismo.


La sensación de soledad y misterio que exhala Praga, las sombras de sus monumentos y el eco de las propias pisadas de Andrea dirigiéndose hacia el monasterio de Strahov, se convirtieron en una caja de resonancia que intensificaron los deseos que Andrea albergaba en su corazón: Vengar la muerte de Elena, destruyendo a la familia responsable de la misma, los Caelum y a su asesino: Martin Smith…….

By Padawan
Padawan

1 comentario:

  1. Joder, Padawan,vaya drama tiene el Andrea! Pero, Palmira es una Caelum; ¿también la destruirá?

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